A veces sin razón aparente,
siento como si mi cabeza, estuviera amordazada por un entrelazado y fuerte
pañuelo de algodón, empapado de agua tibia al que previamente han escurrido y
de vez en cuando se va formando por capilaridad una espesa y pesada gota, que
se va deslizando suave, pero inexorablemente por mi ceja izquierda, empapándome
el párpado del ojo e inflamando el globo ocular; mención aparte, es cuando el
pañuelo comienza a secarse y encoge, tensionando cada vez más mi hueso temporal
izquierdo y derecho de la zona craneal.
Esos días, si tengo suerte
de no sentir alguna intermitente punzada en mi hemisferio izquierdo, veo las
cosas de colores algo distorsionados. Por mi ojo izquierdo, veo tonalidades
grises; por el derecho, distingo todo el espectro luminoso de color, pero al
unirse la visión binocular de ambos ojos, para provocar ese ficticio efecto
tridimensional, emulando al de un dibujo en perspectiva, coloreado sobre una
cartulina bidimensional, de color gris. El espectro cromático esta vez, no
deja de ser algo así como un día gris, pesado y pasado de humedad.
Lo días así, debería pasar
el día en blanco, pero no hay Netflix, Música ni ibuprofeno, que los resista.
A veces es mejor no ser tan
apasionado en las cosas que uno hace, deberíamos seguir la senda del camino
medio, que yo tanto predico, pero es que hay personas cuyo camino medio, va por
naturaleza, algo pasado de revoluciones.
Solo puedo hacer algo, si
esto me apasiona y veo que es algo positivo, especialmente para los demás y solo
puedo seguir a alguien, si veo que es una persona sabia, coherente y honesta.
Si es por mí, no me molesto,
pasaría el día en la montaña, tumbado en el suelo mirando al cielo. Vivo como
quiero, hago lo que me gusta y soy esencialmente feliz, salvo en mis momentos de
“Pañuelo Tibio”; quizás, por eso, muchas mañanas me levanto cantando con mi
perrita podenco Samanta (Chiqui para los amigos) “El Rey”, de Vicente Fernández;
no es mi tipo de música, pero me gusta el estribillo.
Bueno, volviendo a lo del
ojo y demás; cuando estoy así, estoy todo el día sentándome y levantándome de
la mesa del PC, intentando publicar o hacer algo, parece que lo único que
consigue aliviarme un poco si tengo suerte y están aquí mis alumnos/as, es
trabajar con ellos y cada cierto tiempo soltar alguna “parida” (las paridas, me
alivian el dolor de cabeza), nos reímos un rato y se me pasa; si no es así,
intento subirme a la jungla que hay detrás de mi casa, con mi disfraz de tigre
siberiano para no rozar a nadie.
Hoy ha sido uno de esos
días, pero ya solo parece que me han dado un sartenazo en el hueso temporal
izquierdo de la cabeza.
Me van llegando buenas
noticias, las cosas nunca van al ritmo que tu marcas, sino al que te impone la
realidad, pero van llegando y todo va saliendo; eso hace que el torrente
sanguíneo, se traslade de una parte a otra de tu cuerpo, así que el ojo, por
mí, que reviente en otra ocasión.
Hay personas, con las que
comienzas teniendo problemas y terminas conociéndolas mejor y aceptando como
son; con el tiempo, le dan una nota de color a tu vida, te haces a ellas y
adaptas el mecanismo de tu viejo reloj, activando el horario de varios países,
con el nombre de cada persona, para saber los tiempos de cada una. Hay otras
personas que a medida que las vas conociendo, vas comprendiendo que su reloj
mental, se acelera, atrasa o para de forma casuística e inesperada, hay algo
que no marcha en él y siempre están pendientes de adquirir un reloj nuevo de
más caché o mirando el tuyo. Hay otras personas, que se han ido ganando lenta y
pausadamente tu desconfianza, hasta que un buen día descubres, que realmente,
son prácticamente unas crías/os y no lo digo en el sentido peyorativo de la
palabra, sino en que realmente, por su edad, no han podido aun adquirir
experiencia suficiente o tienen demasiada para su edad las has tratado,
esperando algo de ellas, que realmente no te podían dar y les das otra
oportunidad. Finalmente, en lo que a mí respecta (no voy a hablar de todos/as
mis conocidos/as), hay personas, que acaban convirtiéndose en un punto fuerte
en el que apoyarte cuando estás débil y están ahí durante años, trabajando
contigo codo con codo.
Nunca me ha gustado
relacionarme demasiado con las personas, tan solo las puedo tratar desde una
especie de púlpito o escenario teatral; veo una masa de gente: algunas caras
amables, otras extrañas, dudas, incomprensión, interés, desinterés, alucinación,
aburrimiento, etc.
Mi mente las procesa todas
un poco a destiempo; mi cabeza está en esos momentos, pensando en cosas
diversas; puedo estar en cualquier otra parte y de vez en cuando, me escucho,
como si yo formara parte del público, viéndome en el escenario y pienso, “Parece que mis labios están
soltando algo coherente y convincente, pero creo que se mueven a demasiada
velocidad”. Parece que un pequeño hombrecillo, hubiera puesto un gramófono en
alguna parte de mi cerebro y yo quedará liberado del discurso. Cuando termina el
gramófono de funcionar, siempre hay alguna persona que ha grabado parte o un
todo de mis palabras, me observo y me escucho como si fuera la primera vez y
pienso ¿quién estaba allí, hablando por mí?.
Bueno, por si no os ha
quedado claro, estoy tratando de soltar el dolor de cabeza; en esta ocasión
escribiendo, parece que el “Maldito pañuelo trenzado y empapado en agua tibia
que me aprieta la cabeza, se resiste a abandonarme”, aunque a ratos, parece que
lo voy a conseguir del todo, intentaré con las “Paridas” mirándome esta vez a
un espejo, a ver si me río de mí mismo; y si tiene que reventarme el ojo, que
lo haga en otra ocasión.
En fin, tengo que hacer algo más esta tarde;
una programación, mandar algunos informes y mensajes.
Os dejo, me voy con mi dolor
de “tarro a otra parte”.
Comments