Frente a mi casa existe una montaña conocida por todos/as como el monte“Jabalcuza”. Hace 26 años que la visité por vez primera, como todo un adolescente impetuoso, me dispuse a llevar a cabo tal proeza, estaba cerca de mi casa y ya llevaba tiempo observándola, necesitaba saber lo que se veía desde allí arriba. En aquella época, no existiendo Google Map, no había más remedio que hacer piernas; pienso que tal vez no fue la curiosidad de ver, sino la necesidad de colocar mi cabeza por encima de la de todo “bicho viviente” en la localidad, (eso es lo que un adolescente normal cargado de hormonas piensa y lo que un adolescente se propone) y allí claro estaba, lo estaría.
Con un grupito de amigos/as de aquel entonces (Javi, Fali, Marta, Alberto, Pili y Ana), me dispuse a tal empeño, aun recuerdo las palabras de un amigo hacia la mitad del recorrido, su cara roja como un tomate (más bien tirando a burdeos), sus manos, como molinos en el viento “¿pero es que vamos a subirla de verdad?”.
Hoy sigo sintiendo la misma curiosidad, aunque ya desapareció aquello de querer colocar la testa en tan honorable sitio (allí quedó la misma por aquel entonces): ya subió, bajo y de nuevo bajo y subió, la bajaron y subí, aun estamos en ello; ahora soy yo el que sube arriba a reencontrarme con ella.
Hoy he vuelto por allí, por una ruta menos agresiva, más acorde con mi nuevo cuerpo, no el de aquel adolescente, sino el del adolescente de ahora; todo sigue intacto: el paisaje, las piedras, los árboles, la gente que va y viene, la ilusión; tan solo va cambiando el aquí presente aunque debo decir, que pausadamente.
Siempre que recorro un camino varias veces transitado, no puedo dejar de recordar los hechos acaecidos en el a lo largo de estos años, lo comparo con la vida e imagino a otras personas que por el caminaron en un tiempo pasado, en un futuro, cuanto más absorto estoy en ello, más ausente me encuentro, mi cuerpo navega en una especie de nube, mis piernas se mueven solas, es como vivir en un sueño, un trance del que a veces despierto, descubro un nuevo brote, la vida se abre camino entre la roca.
Al margen de mis pensamientos, nuevamente me rodeo de banalidades verdaderamente transcendentes, la hora de la pitanza llega y eso no admite de bromas, me dirijo a lo terrenal, a lo mundano, mis posaderas ahora están firmemente enraizadas a la tierra, se disponen a acomodar al resto de mi cuerpo; procedemos.
De vuelta en el camino marchando hacia mi casa, algo más sosegado, restablecido, observo en el horizonte como ha crecido Alhaurín de la Torre; pronto estaremos en casa, me espera una aspirina.
Comments