
Hace cosa de unos 10 años, publicamos este artículo sobre el triste estado en que se encontraban estos murales, fruto de la barbarie de la gente, especialmente la del periodo estival
Cierto es, que el uso de determinados materiales, no son apropiados para estar al alcance de los zapatos de la gente, cierto es, que también se podría haber puesto algún timo de medida física de protección, pero ante una persona que se está divirtiendo a las tantas con una piqueta de una sombrilla de playa, picando sobre estos murales, o que arroja objetos contar estos; poco hay que hacer; debería haberse hecho antes a través de una buena educación; y teniendo en cuenta, que los pies que pasan por encima de estos murales, también son internacionales; poco hay que hacer.
Estos murales, son una de las pequeñas maravillas de la localidad de Benalmádena, no demasiado conocidas por los visitantes foráneos de este municipio, son un conjunto de murales que cada cierta distancia se van situando a lo largo de la superficie que forma parte del suelo del paseo marítimo en la Avda. Antonio Machado, me refiero a un pequeño paseo, paralelo a esta avenida, situado muy cerca de la playa, pero algo más bajo y que finaliza poco antes de llegar al puerto deportivo. El conjunto, está formado por 23 murales de diferentes materiales y motivos artísticos.
Recuerdo que mi primera visita a dicho paseo, hace ahora unos 17 años, fue por motivo de estos murales, en esta fecha, estaban colocando los últimos y cada nueva visita, era motivo de sorpresa con la aparición de alguno nuevo, desde entonces procuro siempre que puedo, sacar algún momento para visitarlos y suelo recomendar la visita a mis amistades, además, según en que época del año se realice la visita, podremos aprovechar para darnos un refrescante baño, un agradable paseo, disfrutar de algún espeto de sardinas, o recorrer los puestecitos allí situados.

Ayer nuevamente pase por allí, aunque ya era consciente del estado de precariedad de algunos de estos murales, decidí aprovechar para hacer unas cuantas fotografías, pude percatarme que en algunos casos, el desperfecto de los mismos se acerca casi al 50% del total de su superficie, los que se encuentran en peor estado, suelen ser en su mayoría los de cerámica de baja temperatura (menos resistentes), los de alta, corren mejor suerte, los de piedra, metal y madera, tampoco se libran y que decir de aquel conocido como el “Submarino”, cuya especial atracción era ver a través de un cristal a una especie de submarinista hoy desaparecido.

Lo más triste de todo, fue comprobar que la causa principal de dicho deterioro, hasta cierto punto normal por el paso del tiempo, las pisadas de la gente o el paso de vehículos de limpieza, no está directamente relacionada con estos, la causa final y última de este pequeño estropicio, pasa por estar directamente relacionada con el vandalismo callejero. Es un trabajo hecho a conciencia, con tiempo, no se trata de golpes fortuitos en la superficie de los mismos, es un trabajo como decía, hecho con amor y con esmero, con alguna herramienta, probablemente la parte inferior de una sombrilla de playa o una palanca. Tristemente ya se sabe que cuando a alguien se le mete entre ceja y ceja destrozar algo, difícilmente podremos evitarlo, y máxime cuando se trata de constatar el poco valor que para algunas personas pudiera tener el trabajo de los artistas.

La solución principal a dicho problema, debió haber estado en sus orígenes con la elección de proyectos de mayor durabilidad, concertando con los artistas los materiales más adecuados o el lugar más idóneo para su ubicación, se trata de prever, para eso se presenta un proyecto antes de su realización, pero el mal ya está hecho y el efecto llamada que estos murales hacen sobre ciertas personas, es que están ahí, poco más o menos a modo de dianas para terminar de ser destruidos, deben pensar que se trata de una especie de deporte local, algo así como dejar el graffiti de nuestra firma en una puerta, papelera o muro.
Creo que ha llegado el momento de su restauración y sustitución por otros a prueba de bándalos, pasando por el traslado de unos cuantos a una superficie más apropiada sobre un muro o en algunas pantallas construidas para tal fin.
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