La jienense con su ropa de "guerra" |
MIGUEL ÁNGEL CONTRERAS
Jaén Lunes, 5 junio 2017,
00:49
«Antes de escribir el libro
me parecía vandalismo. Y hay una parte que sí lo es, los que hacen grafitis en
monumentos, pero hay otros que no. Hay códigos. No es lo mismo un grafiti en un
monumento público que en una pared, y mezclarlos es una injusticia». Las
palabras son del escritor y académico Arturo Pérez Reverte, quien para su
novela 'El francotirador paciente' acompañó a un grupo de grafiteros por las
calles y en acción, incluso de noche y a hurtadillas, a la carrera. Más allá de
la que se hubiera liado si le llega a pillar la Policía (la de titulares y
tuits graciosos que nos hemos perdido, desde 'El pintor de batallas grafiteras'
a otros con más mala baba como 'El tonto del bote') su reflexión deja patente
la animadversión que existe en la sociedad, en gran parte por desconocimiento,
hacia aquellos que hacen del grafiti su pasión e incluso su modo de vida.
En ese paso más allá se
encuentra el artista callejero. Mónica Gómez Martínez 'Icat' (Barcelona,
23-8-1988), entre las escasas grafiteras de la provincia, probablemente la
única totalmente en activo. Ella sabe también lo que es que te acusen de
vándalo en cuanto te ven con un bote en la mano. Recibió una multa por pintar
una pared de la urbanización donde vivía, «con permiso de los vecinos y del
presidente de la comunidad (y policía)». Recurrió y «después de marearme con
burocracia durante un tiempo, tuvieron que retirarla».
Al 90% de la gente le gusta
«Generalmente a la gente le
gusta mucho. Se trata de dar color y vida a algo que antes era gris y muerto.
Me atrevería a decir que casi al 90% de la gente le resulta muy atractivo
cuando lo ve. Aunque al principio existen prejuicios, meten en el mismo saco
todo lo que se hace con un spray. Muchas veces desde las instituciones se
intenta criminalizar porque detrás hay un negocio. Y la gente absorbe la mala
prensa», lamenta.
En el mundillo es conocida
-y bastante, en la red se pueden encontrar incluso entrevistas traducidas al
inglés- como Icat. Un familiar cercano le llamaba Monicat por su afición a los
gatos y al empezar a pintar decidió acortarlo. Nació en Vilanova i la Geltrú
(Barcelona) porque sus padres, ambos andaluces, estaban trabajando allí. A los
4 años llegó a Linares donde residió hasta los 16, cuando se marchó a
Pegalajar, donde vive.
La vena artística no le vino
de familia, aunque corriera por su sangre. Su madre se dedica a la limpieza y
su hermano está formándose aún (en electrónica). Lo más cercano al gremio es un
tío materno, José Antonio «Rocker», que trabaja en rotulación y al que le
habría gustado formarse en enseñanzas artísticas.
De pequeña se aislaba de
todo dibujando y cuando su pareja, a sus 18 años, le enseñó lo que era el
graffiti, le encantó. «Poder expresarme en un tamaño mayor, con velocidad, mucho
color... me enganchó», señala. Unos años más tarde comenzó con la pintura
tradicional (óleo, acrílico y otras técnicas). A día de hoy compagina ambas
disciplinas.
«Por tener el título»
estudió Ilustración y Gráfica Publicitaria, en Jaén y en Málaga, aunque admite
que «estos estudios no me han formado para graffiti o pintura, en ambas
disciplinas he sido autodidacta».
¿Qué busca expresar con un
grafiti? «Muchas cosas o ninguna, todo depende del momento. A veces hago
murales vinculados a la naturaleza, llenos de ninfas, plantitas y animales para
llamar la atención de la gente y que cuide el entorno. Otras veces hago muros
un poco más agresivos, con menos mensaje pero con mucho estilo. También me
gusta reivindicar el papel de las mujeres en el movimiento y animar a las niñas
a coger un spray y salir a la calle», sentencia.
Entre sus referentes Belin,
Miedo12, El Niño de las Pinturas, Animalitoland o, ya en pintura, Paco
Carrillo, Manuel Castillero, Dalí... Icat sigue la estela de otras como Vero
'La Tonta del Bote' y alguna más, pero o han ido dejándolo o se han marchado
fuera.
¿Dónde lo hace y en cuánto?
«En la provincia hay muy
poco si comparamos con hace 15-20 años. A finales de los 90 hubo un gran
movimiento en Úbeda, Linares, Andújar o Jaén, pero poco a poco se ha
desinflado. Ahora quedamos pocos. Y chicas dentro del graffiti hay muy muy
pocas a nivel general», admite, sin considerarse rara por ello.
La burocracia es una
barrera. Le toca 'pelearse' para lograr permisos para pintar en muros donde su
obra pueda verse en lugares expuestos al público. También participa en
certámenes, concursos y eventos que le permitan ese contacto. «Otras veces
tengo que conformarme con los espacios abandonados que hay en cualquier
ciudad», lamenta.
Suele pintar sus obras en
una jornada (5-10 horas). Algunas veces, cuando son más elaboradas, tarda de 2
a 3 días. «Ahora mismo, uniendo mural y pintura, da para sobrevivir solo. Pero
a día de hoy cualquier trabajo es así».
En Linares y en varios
pueblos de la provincia puede verse su obra, aunque la mayoría está fuera de la
provincia. Su sueño, tras haber dejado su huella en Francia: pintar en
Latinoamerica (México, Chile, Argentina...) y en Nueva York, «donde surgió
todo». Y sobre todo, seguir haciendo lo que hace «y poder vivir dignamente de
ello».
Noticia publicada en:
https://www.ideal.es/jaen/jaen/201706/05/ultima-grafitera-20170605003407-v.html
Para saber más:
https://neferceramistas.jimdo.com/
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